Agua verde, verde, verde, agua encantada del Júcar, verde del pinar serrano que casi te vio en la cuna -bosques de san sebastianes en la serranía oscura, que por el costado herido resinas de oro rezuman-; verde de corpiños verdes, ojos verdes, verdes lunas, de las colmenas, palacios menores de la dulzura, y verde -rubor temprano que te asoma a las espumas- de soñar, soñar -tan niña- con mediterráneas nupcias. Álamos, y cuántos álamos se suicidan por tu culpa, rompiendo cristales verdes de tu verde, verde urna. Cuenca, toda de plata, quiere en ti verse desnuda, y se estira, de puntillas, sobre sus treinta columnas. No pienses tanto en tus bodas, no pienses, agua del Júcar, que de tan verde te añilas, te amoratas y te azulas. No te pintes ya tan pronto colores que no son tuyas. Tus labios sabrán a sal, tus pechos sabrán a azúcar cuando de tan verde, verde, ¿dónde corpiños y lunas, pinos, álamos y torres y sueños del alto Júcar? |
jueves, 3 de abril de 2008
Romance del Júcar
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